En septiembre de 2003, el “Doctor” llamó a Bettina Stagñares y Paola Vinai, del equipo femenino del “Pincha”, y armó una práctica mixta con la Primera masculina. Fue una revolución.
A Carlos Bilardo se lo suele señalar por haber sido un gran adelantado en el fútbol. A principios de los años 80 vio que el fútbol empezaba a desarrollarse hacia cuestiones tácticas, estratégicas y de detalles que podían ganar partidos y campeonatos. Su éxito con la Selección argentina quedó registrado en la historia del fútbol. Sin embargo, no fue en lo único que innovó a lo largo de su frondosa carrera.
Luego de la etapa de sus mayores éxitos, y cuando pocos hubiesen creído que volvería a dirigir, Estudiantes de la Plata lo convenció para volver en 2003 a dar una mano en un difícil momento deportivo del club. El Narigón se arremangó, aceptó el desafío, y tomó las riendas de un equipo juvenil al que sorprendió de una y mil maneras. Tal vez, la mayor sorpresa, la dio en un entrenamiento de una mañana de septiembre.
Por entonces, el fútbol femenino daba sus primeros pasos en la Argentina. Los campeonatos de AFA llevaban poco más de una década y el profesionalismo era una utopía. Bilardo tuvo un gesto que todavía hoy recuerdan con gran emoción Bettina Stagñares y Paola Vinai, exjugadoras del “Pincha”.
Bilardo siempre fue de ir a los bifes. Ese día también. Bettina y Paola se habían acercado hasta el entrenamiento de la Primera de Estudiantes en el Counrty de City Bell para agradecerle al entrenador por algunos gestos que había tenido con el fútbol femenino. No esperaban lo que iba a pasar.
La historia, en primera persona
“Le fuimos a agradecer a Carlos que había conseguido pelotas y ropa para el fútbol femenino. Queríamos hacerlo personalmente. Nos recibió y cuando estábamos dándole las gracias por lo que había hecho por nosotras, nos paró en seco: ‘Bueno, listo ya está, basta de gracias, ahora van a entrenar’. No entendíamos nada. Nos mandó a entrenar con los jugadores de Primera”, le contó Bettina Stagñares a TN.
La actual coordinadora del fútbol femenino albirrojo recordó que a ella le tocó vestir la ropa de Andrés Aimar, hermano de Pablo, que por tamaño se ajustaba mejor a su contextura pequeña. A Paola le dieron botines y ropa de Leonardo Luppino, un mediocampista de 1.64 que también usaba un talle S.
“Al principio los jugadores no entendían nada. Nosotras tampoco. Pero todo se fue dando muy bien y la pasamos bárbaro. Nos mandó a hacer fútbol con el equipo todo el entrenamiento. Yo hice dupla como delantera con el Tecla Farías y Paola jugó con Mariano Pavone, fue espectacular, y marca que Carlos siempre fue un verdadero adelantado”, señaló Stagñares.
La propia Bettina fue protagonista de dos jugadas que todavía recuerda y se ría. “Le metí un caño a Lechuga Maggiolo y al rato Israel Damonte me pegó una patada de atrás que cada vez que nos vemos nos acordamos y nos matamos de risa. Me acuerdo que Carlos lo retó”.
La experiencia del fútbol mixto, que hoy en día es más habitual y se practica de manera no profesional, también le dejó un recuerdo imborrable a Paola Vinai, actual integrante del cuerpo técnico del equipo femenino de Estudiantes, además de odontóloga.
“Que Bilardo haya invitado a dos mujeres a entrenar fue revolucionario en ese momento, pero el fútbol femenino sigue todavía luchando mucho por ocupar un espacio que no es nada fácil”, destacó.
Aquella mañana Paola fue a trabar fuerte una pelota con Horacio Cardozo, un mediocampista aguerrido, y Carlos empezó a los gritos: “Despacito, despacito”.
“Quería que generemos espacios, que nos desmarquemos, que ataquemos con la pelota, fue un entrenamiento en serio, no algo armado para nosotras”, agregó.
El Bilardo de Estudiantes 2003
Aquella etapa de Bilardo en el Pincha quedó marcada no tanto por los buenos resultados, que fueron algo irregulares, sino por la gran cantidad de juveniles que consolidó en Primera división en un momento en que el club decidió apostar fuerte a las inferiores.
Bilardo armó un equipo lleno de juveniles que posteriormente fueron vendidos por el club como José Sosa, Mariano Pavone, Pablo Lugüercio, Diego Colotto, Juan Krupoviesa, Marcelo Carrusca y Marcos Gelabert.
Entre abril de 2003 y junio de 2004, el histórico seleccionador argentino vivió su última etapa como entrenador. Tenía 66 años y decidió que era momento de dedicarle más tiempo a la familia y a su vida, que tanto había relegado por el fútbol. Nunca más volvió a dirigir.
tn