Tras curarse de un cáncer, el canadiense de 27 años volvió a competir en el más alto nivel en snowboard y se convirtió en una de las grandes figuras de los Juegos Olímpicos de Invierno.
“Sobreviviente de cáncer”. Así se define Max Parrot en sus redes sociales. Recién después agrega “Medallista de oro 2022″. El orden de estas características no es azaroso: el canadiense, una de las grandes figuras que tuvieron los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022 que finalizaron el último domingo, sabe que la capacidad de superación que desarrolló a partir de aquella enfermedad fue una de las claves que lo llevaron a obtener el máximo mérito de su carrera deportiva.
Maxence “Max” Parrot, de 27 años, brilló en la cita asiática al ganar dos medallas en la disciplina de snowboard: la de oro en la modalidad de Slopestyle y la de bronce en Big Air. Las preseas significaron, además, un premio a su fortaleza tras haber superado un linfoma de hodgkin que lo alejó por un tiempo de la práctica deportiva en 2018.
Parrot desarrolló su pasión por los deportes de invierno desde pequeño
Nacido en Cowanswille, una ciudad de poco más de 10 mil habitantes situada en la provincia de Quebec, Canadá, Parrot descubrió su amor por los deportes a corta edad. Su inspiración provino de su padre, Alan, que fue campeón de esquí acuático en su país y que también compitió en la disciplina de esquí alpino.
Con tan solo dos años, Max empezó a esquiar y, a los nueve, se enamoró del snowboard. Pero el primer obstáculo se le apareció cuando sus padres le dijeron que no aprobaban que practicara ese deporte por los peligros que significaba para su integridad física. Por eso se negaron a comprarle su primera tabla. ¿Cómo hizo el jovencito para adquirirla? Trabajó cortando pasto durante un año para reunir el dinero.
Con el tiempo, Parrot decidió transformar esa pasión en su medio de vida y sus destacadas actuaciones lo llevaron a disputar su primer Juego Olímpico de Invierno en Sochi 2014, cuando tan solo tenía 20 años. Allí obtuvo un meritorio quinto puesto.
Múltiples medallas en los X Games, en las modalidades de Slopestyle y Big Air, lo convirtieron en una de las grandes sensaciones de los deportes de invierno a nivel mundial y en la cita olímpica de Pyongchang 2018 llegó su gran consagración con la conquista de su primera medalla plateada.
El diagnóstico de cáncer y el tratamiento que debió afrontar
Pero la vida del canadiense estaba a punto de dar un vuelco: meses después de subirse al podio, recibió el diagnóstico que marcó un antes y un después en su vida. Los médicos le informaron que tenía linfoma de hodgkin, un tipo de cáncer en la sangre que se origina a partir de unos glóbulos blancos específicos llamados linfocitos.
El tratamiento requería someterse a 12 sesiones de quimioterapia que lo obligaban a poner en pausa su carrera. Max asumió el tratamiento con gran entereza y lo compartió con sus seguidores en las redes sociales. “Me enfermé y me toca quedarme en casa esta vez”, escribió junto a una foto desde la cama de un hospital al anunciar la razón por la que se ausentaría de un torneo importante.
A mediados de 2019 pudo volver a competir. Max estaba curado y listo para regresar a la acción. Su retorno fue brillante y la medalla de plata que consiguió en el Campeonato Mundial de Aspen 2021 fue tan solo el puntapié inicial de un regreso que le traería emociones aún mayores.
La gloria alcanzada en los Juegos Olímpicos
Pekín 2022 se convirtió en la tercera cita olímpica de su carrera. Allí el atleta se lució en la modalidad de slopestyle en la prueba de snowboard y se alzó con la medalla de oro tras lograr un puntaje de 90,96 puntos, relegando al segundo escalón del podio al gran favorito de la prueba, que era el chino Su Yiming, de tan solo 17 años.
“Si tuviera la chance de volver el tiempo atrás, no haber tenido cáncer y poder vivir una vida normal, no lo elegiría”, dijo Max tiempo atrás y sorprendió. En diálogo con el sitio oficial de los JJOO, explicó por qué no borraría de su historia personal el tránsito por aquella enfermedad: “Sé que es raro lo que digo, pero he aprendido mucho y soy un agradecido por lo que pasó ya que hoy soy una persona totalmente diferente. Amo a esta persona en la que me estoy convirtiendo y en la que me convertiré en el futuro”.
Al momento de recibir su medalla dorada, el atleta se vio invadido por la emoción y no pudo evitar hacer un repaso de los altibajos que tuvo en su carrera: “Hace tres años, en este mismo momento, estaba en una cama del hospital tumbado para someterme a 12 minutos de quimioterapia y sin ningún tipo de energía. No tenía músculos ni cardio. Estaba básicamente viviendo una pesadilla”.
Parrot, un ejemplo de superación
“Probablemente los últimos años han sido los más duros de mi carrera, y aún así he conseguido el oro. Esto simplemente demuestra que nada es imposible”, destacó el canadiense, considerado por el mundo del snowboard como uno de los atletas de mejor técnica de su generación. No por nada ha logrado algunos de los trucos y piruetas más deslumbrantes de la última década en su disciplina.
Parrot podría definirse como un apasionado por la adrenalina. Cuando no está arriba de una tabla snowboard, intenta despuntar el vicio de la velocidad con actividades como el motociclismo, el mountain bike, el surf o el skateboarding. A la hora de relajarse, elige tocar la guitarra y demostrar que su talento trasciende al mundo de los deportes.
Queda claro que su fuerza de voluntad y su fortaleza mental lo convierten en un atleta del más alto nivel, listo para afrontar cualquier obstáculo que se interponga en su camino. El oro que cuelga de su cuello es una férrea muestra de esto y de que, aunque la llama olímpica ya se apagó, el fuego interno de Parrot está más encendido que nunca.
tn